OBJETIVOS.
1. Comenzaremos esta unidad planteándonos qué es propiamente la religión: trataremos de descubrir lo sustancial.
2. Después nos proponemos identificar y analizar las grandes experiencias religiosas que han hecho historia.
3. Finalmente contemplaremos las diversas posturas actuales ante la religión.
1. QUÉ ES LA RELIGIÓN.
DEFINICIÓN DE RELIGIÓN: J.M.Velasco. Hoy se entiende por religión “el hecho humano específico que tiene su origen en el reconocimiento por parte de la persona de una realidad suprema, la cual confiere sentido último a la propia existencia, al conjunto de la realidad y al curso de la historia”.
2. RELIGIÓN O VIDA.
Cristo no delimita un sector de la existencia para dedicarlo a Dios,
pide la existencia entera. La moral es el modo de vivir, y ése es
también el testimonio y el culto. Cristo muestra la posibilidad de un
nuevo modo de vida, sin sacar al hombre de su marco histórico, pero
cambiando su actitud. No crea una nueva historia, da meta e impulso a la
única historia. Si la ruta en el tiempo de los grupos cristianos se
llama historia de la Iglesia, la ruta de la humanidad entera debería
llamarse historia del reino de Dios, y en ella es donde operan los
cristianos. Religión se refiere a ciertas actividades, vida es la
existencia global; y la vida cristiana es vida humana orientada al bien
de los demás y al testimonio en el mundo del amor de Dios. Toda
manifestación del hombre, desde la política hasta el arte y el trabajo,
entra en la esfera cristiana.
Por eso la revelación de Cristo no
es para san Juan una doctrina superior ni una enseñanza conceptual sobre
Dios y el hombre; no se percibe tampoco únicamente con las herramientas
intelectuales: "Lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo que
contemplamos y palparon nuestras manos... porque Vida se manifestó y
nosotros la vimos, damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna que
estaba de cara al Padre y se nos manifestó" (1 Jn 1,1-2).
Esa vida, que es eterna, viene a realzar, a dinamizar y a dar permanencia a toda la vida del hombre.
Si
se quiere agudizar el contraste, cabe decir que Cristo llama a la vida y
la hace posible; lo de antes era muerte, fundado como estaba en el odio
y la rivalidad, en la alienación y la ruptura. El propósito de Dios en
Cristo es que el hombre lo sea plenamente, en todas sus dimensiones.
Dios no se equivocó en su primera creación, no tiene por qué corregirla,
pero quiere llevarla a plenitud, dando la salud al mundo, para que
tenga vida y le rebose (Jn 10,10). No postula prácticas, observancias u
homenajes; si el hombre es libre, responsable, solidario, servicial,
sincero, eso es lo que Dios quiere. Para ello le da su Espíritu que lo
lleva adelante. Algunos, los que él llame, reconocerán de dónde viene la
ayuda y sabrán el nombre del dador; pero eso a Dios no le corre prisa,
llegará en su momento. Lo que le interesa de verdad es que el hombre
encuentre una vida humana en la relación fraterna con su semejante.
Es
necesario que haya creyentes para empezar ese género de vida, para que
sean levadura de la sociedad y también para que la energía de la fe
impida que decaiga el empeño del amor; pero no hace falta que toda la
humanidad sea cristiana, basta un catalizador en el mundo.
Supuesto
el propósito de Dios, los que practican el amor del prójimo están más
cerca del reino que los que sólo tienen fe religiosa e inactiva. El amor
al prójimo es el que salva; así aparece en la escena del juicio. En
cambio, quien sólo sabe decir: "Señor, Señor", pero no lo traduce en
acciones, no será admitido.
Si Dios es amor, únicamente quien ama
se parece a él, y eso es lo que él espera. Todo el que practica el amor
es hijo de Dios; aunque no lo sepa, lleva el parecido en la cara. El
cristiano sabe además de quién es hijo, se lo ha enseñado el Hijo
primogénito, el hermano mayor, que conoce al Padre y nos hablado de él
(Jn 1,18; 3,32).
Por eso, ser cristiano es vivir de modo que el
amor que Dios derrama en lo interior salga fuera y queme. Usando otra
metáfora, es labor de acuñadores; el oro lo tenemos, Dios lo da. Hay que
hacerlo moneda para ir repartiendo. Algunos poseen el lingote sin
saber de quién viene; hasta que lo acuñen y repartan, eso es lo que Dios
pretende.
En consecuencia, es obligación del cristiano alabar a
todo acuñador que encuentre y cooperar con él. Si se presenta la
ocasión, podrá explicarle quién proporciona el oro, pero lo importante
es que se distribuya; de llamar a la fe se encarga Dios. Además, los
quilates del amor no se miden por la fe explícita; había uno que
expulsaba demonios usando el nombre de Jesús, pero que no pertenecía a
su grupo; los Zebedeos quisieron impedírselo, pero el Señor se opuso:
"No se lo impidáis, quien no está en contra de vosotros está en favor
vuestro" (Lc 9,49-50). No hay que interceptar el bien en nombre de la
fe, que es la motivación consciente del amor mutuo. En todo caso, si
alguien practica el amor desinteresado a los demás es porque Dios se lo
ha dado, y Dios conoce los quilates de su oro.
Por eso la persona religiosa siente que su religión se realiza en el terreno profesional, político y familiar.
3. CRISTIANISMO Y RELIGIÓN.
Para no caer en la trampa terminológica, procederemos en la respuesta
exponiendo algunos rasgos convenciones de la concepción "religiosa" y
veremos si se verifican en el cristianismo. Si no fuera así, habrá que
reconocer que el cristianismo no puede alinearse con las religiones y
que si se mantiene tal nombre para ellas, hay que buscar uno nuevo para
el fenómeno cristiano. Los rasgos "religiosos" que exponemos son
esquemáticos y pueden verificarse en mayor o menor grado en las
religiones concretas.
La incompatibilidad entre fe cristiana y
"religión" puede establecerse también basándose en el Nuevo Testamento.
San Pablo tuvo que enfrentarse con dos religiosidades que amenazaban a
las comunidades cristianas: una, la religiosidad judía, encarnada en las
observancias de la Ley (Gál 4,1-11); otra, las prácticas de austeridad y
de culto a los ángeles de ciertos sincretismos paganos (Col 2,16-22);
ambas son calificadas de "elementos del mundo", es decir, de estadio
rudimentario y elemental, que describe como "cárcel", "infancia bajo
tutela", "minoría de edad", "rudimentos sin eficacia ni contenido" (Gál
3,23-24; 4,1-2.9), "preceptos y enseñanzas humanas sin valor alguno"
(Col 2,22-23). Las dos religiosidades a que alude, judía y pagana,
pertenecían, según él, a la infancia o menor edad del mundo. En los
evangelios nunca recomienda Cristo observancias rituales; cuando se
enfrenta con ellas es para derogarlas (sábado, Mt 12; purificaciones, Mt
15).
No fue el contenido de la fe el que suscitó la oposición de
los paganos, acostumbrados a los credos más extraños; fue la ausencia
de toda característica "religiosa" la que los llevó a acusar a los
cristianos de ateísmo (Justino, Apología I, 6,1; Atenágoras, Intercesión
en favor de los cristianos, 5ss). El cristianismo, que carecía de
templos, casta sacerdotal, rituales y observancias, aparecía como un
fenómeno no asimilable para las categorías "religiosas".
No se
puede negar que en las religiones antiguas existía un elemento válido:
la aspiración del hombre a entrar en contacto con la divinidad. Pero
éste deformó su intuición y experiencia de Dios; el "Gigante Sonriente",
que era aquella realidad fascinadora y tremenda, se va cargando de
connotaciones cada vez más terribles; el hombre no cree en la sonrisa
divina, sino solo en la fuerza y el poder. Proyecta en Dios su
malaventurado afán de dominio, haciendo de él un déspota que en algunas
religiones exige sacrificios humanos. Concibe un Dios envidioso de su
alegría y se fabrica prohibiciones y tabúes; lo identifica con los
fenómenos escalofriantes de la naturaleza, como el rayo o la tempestad, o
con los misteriosos, como la fertilidad. Vuelca en Dios toda su miseria
psicológica, su bajeza, su desprecio de sí mismo, su insuficiencia;
descarga en él su masoquismo y su crueldad, la culpabilidad que lo roe;
inventa la propia tortura en nombre de Dios.
Para tener contento a
ese dios terrible inventa rituales, observancias y expiaciones;
instituye, para mantenerlos, castas sacerdotales de iniciados en los
secretos divinos, que pronto se erigen en detentadoras de poder. De
igual modo, los despotismos políticos apelan a la voluntad de los dioses
y la "religión" los justifica y consolida.
El hombre se ve
abrumado y sin esperanza. Para empezar su obra liberadora elige Dios un
pueblo y, en medio del aparato religioso que todavía conserva, le
infiltra una fe vigorosa. Con guerras, profetas o destierro lo mantiene
en vilo para evitar que lo religioso deforme de nuevo el rostro divino.
Cuando
llega el momento, Dios quiere revelar su verdadera faz, y para mostrar
su sonrisa, sin que su estatura espante, se presenta en el mundo como un
hombre cualquiera. Cristo indica a la humanidad enferma el camino de la
vida plena, revelando que Dios es amor y que la salud del hombre
consiste en amar a imitación de Dios. Muestra que el camino fabricado
por el hombre para acercarse a Dios lo desviaba, y colma la aspiración
de la humanidad entera, limpiando la fe de su envoltura religiosa:
declara caducado el cúmulo de observancias, ritos y prohibiciones que
impedían la integración y el desarrollo del hombre.
En los
párrafos que siguen el término "religión", como contradistinto de "fe",
significa el miedo a Dios, que prolifera en una hojarasca de
obligaciones, ansiedades y escrúpulos. Este sentido era común en la
palabra latina religio: metus divini numinis, "ritual", "escrupulosidad
meticulosa", hasta el punto de que términos como "formido" y "pavor" se
usaban como sinónimos de religio.
Los dos enemigos de Dios en la
Pasión de Cristo son la "religión" (fariseos observantes y saduceos
poderosos) y el poder político doblegado por ella. A tal punto había
llegado la asfixia de la fe que los profesionales de la "religión" no
reconocieron el rostro del Dios a quien pretendían servir. Cristo libera
la fe y la hace posible, podando toda excrecencia dañina.
En
primer lugar, la religión se proponía llegar hasta Dios; para ello era
condición indispensable hacer a Dios propicio, con prácticas ascéticas,
con el ejercicio de las virtudes o con ritos purificadores. En una
palabra: la religión intentaba sacar al hombre de su estado de pecado,
es decir, de su alienación respecto a Dios y a sí mismo, para alcanzar
la amistad con la divinidad. La empresa resultaba imposible, a juzgar por
la incesante repetición de ritos expiatorios que delataba lo vano de la
tentativa, por el fracaso de la observancia farisea y por el pesimismo
de la religión griega, que, desesperada, consideró al hombre un juguete
de los dioses. Aun los espíritus más selectos, como Platón o
Aristóteles, no llegaron a establecer una relación personal entre el
hombre y Dios, ni siquiera en la vida inmortal del alma.
Según
este aspecto, la religión se acabó en el Calvario. Allí Dios reconcilió
consigo al mundo. Si el hombre no podía llegar hasta Dios, podía él
acercarse al hombre, y lo hizo. El problema del Dios propicio había
terminado.
El Antiguo Testamento registra numerosos casos de
hombres e incluso de un pueblo a quien Dios se acercó; y, sin duda, hizo
lo mismo en la larga historia humana con otros individuos de otras
culturas y religiones. Pero si Dios amaba de verdad a su creación, hacía
falta una reconciliación del género humano como tal, no de algunos
individuos solamente. Dios había de ponerse al alcance de todo hombre.
Vimos
en el capítulo primero que Dios reconcilió consigo al mundo por medio
de Cristo, cuando el mundo era pecador, cuando no sabía nada de tal
reconciliación y en cuanto la conocía se oponía a ella. El esfuerzo
"religioso" por llegar hasta Dios ha perdido su objetivo, pues Dios está
cerca. Así aparece en la proclamación de Jesús: "El reinado de Dios
está cerca", hecho que no dependía del querer del hombre ni era fruto de
sus ritos expiatorios, sino de un acto libre de Dios. El hombre
necesita sólo salir al encuentro de esa cercanía y responder a su
llamada con la fe: "Creed la buena noticia" (Mc 1,15). La puerta está
abierta, la expiación realizada, los sacrificios superados, la
"religión" desocupada.
3. LAS GRANDES RELIGIONES ACTUALES.
LAS SECTAS.
ACTIVIDADES.
LAS RELIGIONES EN EL MUNDO.
Actividades.Religiones Monoteístas : web2/eseducativa/3religion04.html
Lugares y elementos del Judaísmo, Cristianismo e Islamismo: http://ficus.pntic.mec.es/~jpef0014/objetosreligiones.htm
No hay comentarios:
Publicar un comentario