jueves, 4 de agosto de 2011

TEMA 6. PRIMERO DE BACHILLERATO.

 Plan salvador de Dios.

            OBJETIVOS.

1.      Reconocer la experiencia de fe que llevó a Israel a descubrir las intervenciones de Dios en su historia.

2.      Conocer cómo la revelación de Dios se fue poniendo por escrito bajo su divina inspiración.

3.      Contemplar la historia bíblica como un largo camino hacia la libertad, siguiendo sus distintas etapas.

4.      Reconocer cómo esta historia desemboca en Jesucristo, en quien se realizan las promesas de salvación.

5.      Conocer cómo el mensaje de Jesús se fue poniendo por escrito, dando lugar al Nuevo Testamento.


UNA HISTORIA DE SALVACIÓN.



Visión precristiana


Promesa de salvación.



La historia de la salvación tiene como trasfondo el pecado original.  A raíz de la caída de Adán y Eva, Dios promete salvarnos (Gn 3,15). Pero “Dios no salva al hombre sin el hombre”; Él quiere que libremente colaboremos. Dios respeta nuestra libertad: nos ha creado libres y somos libres para colaborar con Él y para salvarnos.


Frente a una historia llena de ingratitud y desamor, envidia y violencia, corrupción y maldad, soberbia y ambición. Dios proyecta una historia de salvación, actuando a través de las personas que hacen el bien, luchan por la libertad, trabajan por la justicia, aman la verdad.

Pero, ¿cómo reconoce Israel las actuaciones de Dios en su historia? A través de la experiencia de fe viva y razonada. Si Dios nos ha creado para ser libres, amar y ser felices, entonces podemos descubrir la acción de Dios como esa fuerza que conduce a la plena realización del ser humano; a la libertad, al amor, a la felicidad. Así lo experimentó Israel a lo largo de su historia.

Dios está al lado de los justos: Abel, Noé, Abraham, Moisés... y los profetas. A través de ellos Dios libera a su pueblo y lo conduce hacia la salvación. La historia bíblica de la salvación tiene dos niveles: el de los hechos reales y el del significado religioso. El significado está oculto en los hechos, pero el autor sagrado lo revela al relatar los hechos.

¿Y por qué está limitada la acción de Dios en la historia de Israel? En realidad, Dios actúa en la historia de todos los pueblos y de todas las personas. Pero Dios se ha manifestado de un modo especial en la historia de Israel, preparando la venida de Jesucristo en quien se cumple su promesa de salvación.

La Biblia, libro inspirado por Dios. 







Nuevo Testamento

La historia de la salvación está relatada en la Biblia. Ella contiene la revelación de Dios, escrita bajo la inspiración del Espíritu divino. No es lo mismo revelación que inspiración. Revelación es la manifestación de Dios que, en su bondad y sabiduría, se ha comunicado a los seres humanos, a través de palabras y hechos íntimamente trabados entre sí.

La inspiración es un carisma o don especial de Dios a algunas personas, para que transmitan fielmente, por escrito, lo que Dios ha revelado para nuestra salvación. Ya Santo Tomás de Aquino decía que Dios podía inspirar a una persona para que pusiera por escrito algo que había revelado a otra.

Por esta inspiración divina la Biblia es “palabra de Dios”. ¿Significa esto que la Biblia no puede equivocarse? “Los libros de la Sagrada Escritura enseñan con firmeza, con fidelidad y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para nuestra salvación” (Concilio Vaticano OO: Dei Verbum). Solo la verdad que afecta a nuestra salvación está libre de error.

La Biblia es también “palabra de hombres” (autores bíblicos), es decir, “palabra de Dios en palabras de hombres”. Estos han transmitido la verdad revelada sirviéndose de los conocimientos y la cultura de una época que ya ha podido quedar superada; también pudieron tomar datos inexactos o inventados, utilizando algún género literario.

“En algunos casos es difícil distinguir entre lo que pertenece al contenido auténtico de la revelación divina y lo que es solo una concepción condicionada por el tiempo en que fue redactado el texto bíblico. Solo el primer aspecto es el que se refiere a la intención reveladora de Dios y el que, por tanto, debe considerarse libre de error”.

Para conocer la verdad revelada es necesario distinguirla de las formas culturales en que viene envuelta. A ello ayuda la crítica histórica-literaria: análisis de los textos, comparación, contextualización, estudio de las características de la época, género literario, sentido del texto, etc. Todo ello supone conocer bien los libros de la Biblia y su proceso de formación.

Proceso de formación del Antiguo Testamento.

El Antiguo Testamento nos relata la historia del pueblo de Israel. Pero esta historia no se escribió a medida que sucedían los hechos, sino mucho después.

En un principio los padres transmitían a los hijos el significado de sus fiestas, ritos, costumbres y normas, el recuerdo de los hechos más importantes y de los personajes más celebres. Con el tiempo, a estas tradiciones orales se iban añadiendo nuevos significados, algunos hechos se olvidaban y otros se agrandaban para resaltar su importancia.

Estas tradiciones orales empezaron poco a poco a ponerse por escrito. Durante los reinados de David y Salomón ( a partir del año 1.000 a:C), según las primeras tradiciones escritas:

·         Tradición yahvista (siglo IX): llama a Dios Yahvé y lo describe como un Dios cercano, sirviéndose de narraciones llenas de imágenes y maravillas: paraísos, diluvio, patriarcas, éxodo...

·         Tradición elohista (Siglo VIII): trata los mismos temas, pero los elabora en torno a la alianza e insiste en el respeto y temor a Elohim, Dios inaccesible, terrible.

·         Tradición deuteronómica (Siblo VII): recuerda el pasado de Israel y exhorta en un lenguaje muy vivo, propio de predicadores, a ser fieles a la alianza con Dios y a cumplir su ley ( de aquí el nombre deuteronomio, que significa “segunda ley”).

·         Tradición sacerdotal, escrita durante el exilio (Siglo VI ): recoge leyes y costumbres referidas al culto: himno de la creación, código sacerdotal, ceremonias litúrgicas, genealogías, alianza.

En el Siglo V, Esdras reunió las cuatro tradiciones y redactó el libro de la Ley o Pentateuco, compuesto por Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

Enlazando con el libro y el espíritu del Deuteronomio, aparece a finales del siglo VII la historia deuteronómica, compuesta por los libros de Josué, Jueces, Rut, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes.

A finales de la época persa (400-350 a.C) aparece la historia cronista, compuesta por 1 y 2 Crónicas, Esdras y Nehemías. Es obra de una persona profundamente religiosa, que trata de superar la situación de insignificancia política de Israel resaltando las figuras de David y Salomón y, en general, el pasado de Judá. A estos libros se unieron después Tobías, Judit, Ester, 1 y 2 Macabeos.

A partir del siglo VIII a. C, en plena decadencia monárquica, surgen profetas que denuncian los crímenes, corrupciones, injusticias, idolatría y anuncian el camino que conduce a la salvación: Amós, Oseas, Isaías I, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías y Jeremías predican antes del exilio. Ezequiel e Isaías II predican durante el exilio (587-538 a.C). Ageo, Malaquías, Joel, Isaías III, Jonás, Zacarías II y Daniel predican después del exilio.

Cuando la voz de los profetas se va apagando, toma el relevo la palabra de la Sabiduría. Durante la dominación persa (538-333 a.C) y griega (333-63 a.C) aparecen varios libros poéticos y sapienciales: Proverbios, Job, Salmos, Cantar de los Cantares, Eclesiastés, Eclesiástico y Sabiduría. Algunos de estos libros ya venían inspirando mucho antes la vida de los creyentes (Proverbios) o animando el culto (Salmos). Pero ahora reciben su redacción definitiva.

Clasificación de los libros del Antiguo Testamento:

Los Judíos de Palestina acogieron en su Biblia hebrea los libros cuya autoridad nadie discutía, clasificados en Ley (Torá), Profetas (Nebiim) y Escritos (Ketubim). Rechazaron los libros redactados o conservados solo en Griego: TObías, Judit, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y las secciones griegas de Daniel y Ester.

Los judíos de Alejandría, que no conocían hebreo, pidieron a setenta sabios que tradujeran la Biblia al griego. Esta Biblia griega, o de los LXX, incluyó también los libros escritos en griego. Cuando la Iglesia se separó del Judaísmo (año 50 d.C), acogió la Biblia de los LXX, que ya había empleado en sus predicaciones, pero distinguiendo entre libros protocanónicos (los primeros del canon, escritos en hebreo) y deuterocanónicos (los segundos del canon, escritos en griego). En el siglo XVI, los protestantes acogieron el Antiguo Testamento en la versión hebrea, excluyendo los libros que los católicos llaman deuterocanónicos. En la versión griega o Biblia de los LXX, los libros están clasificados según los grandes géneros literarios:

·         Pentateuco: Incluye los cinco primeros libros de la Biblia, también se llaman libros de la Ley, pues contienen las leyes y normas dadas por Moisés; aunque también contienen otros géneros literarios: himnos, relatos, historias épicas, narraciones etiológicas (que intentan esclarecer el significado de una situación presente buscando su causa, origen o sentido profundo), etc.

·         Libros históricos: Forman un conjunto de 16 libros y muy diversos, pero con un rasgo común: todos ellos se refieren a la historia de Israel, desde Josué (Siglo XII) hasta Macabeos (Siglo II a.C). Por su forma exterior se trata de libros históricos, pero la intención de sus autores no es escribir la historia con detalle y precisión, sino sacar una enseñanza religiosa; por ello, algunos prefieren llamarlos narrativos; los judíos los incluyen entre los proféticos.

·         Libros poético-sapienciales: Son 7 libros, de los cuales dos pertenecen al género lírico: Salmos y Cantar de los Cantares, que emplean formas muy bellas de dicción, imágenes sugestivas, metáforas, alegorías, etc.; y los otros cinco pertenecen al género sapiencial, un género muy extendido en la literatura oriental antigua; en ellos sus autores plasman sabias reflexiones sobre temas trascendentales.

·         Libros proféticos: 18 escritos que recogen las palabras de los profetas; estos son mensajeros que hablan en nombre de Dios, advirtiendo, llamando a la conversión, prometiendo la salvación... También hay himnos, narraciones, oraciones, pero sus formas de expresión son los oráculos o declaraciones en nombre de Dios, las visiones o experiencias íntimas acerca de los designios de Dios y el apocalipsis o revelación del futuro en función de la situación presente.

Etapas de la historia bíblica.

·         En el Siglo XIX a.C hubo un fuerte movimiento migratorio por el Medio Oriente, concretamente en torno a la llamada “Media Luna Fértil”. Aquí hay que situar a Abraham, Isaac y Jacob, pastores nómadas que iban con sus ganados de un lugar a otro. El autor bíblico dirá de ellos que eran peregrinos en busca de la tierra prometida. Historia escrita en libro del Génesis 12-30 no es una historia científicamente rigurosa, sino una especie de saga familiar que iba transmitiéndose de padres a hijos y que fue escrita con un sentido profundamente religioso, atribuyendo a Dios lo más importante y trascendental.

·         El EXODO nace huyendo del hambre que asolaba la tierra de Canaán, los descendientes de Jacob se establecieron en Egipto. Vivieron prósperamente aprovechando el dominio de los faraones hicsos, que eran de su misma raza. Pero hubo un cambio de dinastía y fueron obligados a trabajar como esclavos en la construcción de ciudades-granero (S.XIII). Surge Moisés y los libera, sacándoles de Egipto y conduciéndoles por el desierto hacia Canaán. El pueblo ve en esta liberación la mano de Dios y cuenta esta historia como una hazaña de Dios. Esta historia se relata en los libros del Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio.

·         En el Siglo XII los israelitas conquistan Canaán, la tierra prometida, guiados por Josué, sucesor de Moisés. Después reparte el territorio entre las 12 tribus, que forman una confederación o alianza. Durante dos siglos esta confederación estuvo regida por jueces o líderes carismáticos. Débora, Sansón, Samuel.... Esta historia viene relatada en dos libros: Josué y Jueces. Ambos la interpretan en clave religiosa.

·         Durante la época de los Jueces se perfilaron las fronteras de Israel, pero detrás de las fronteras estaban los pueblos enemigos que hostigaban constantemente a las tribus israelitas, estas sintieron la necesidad de unirse políticamente y formar una unidad nacional: para ello necesitaban a un hombre fuerte, y rey (La Monarquía)  reconocido por todas las tribus. Fue elegido Saul (1.030-1.010), pero el verdadero artífice del reino de Israel fue David (1.010-970), que llevó a Israel a la cumbre de su esplendor. A David le sucedió su hijo Salomón (970-932), que tuvo un reinado con claroscuros. Esta historia viene en los libros 1 y 2 Samuel y 1 Reyes 1-11; también en 1 Crónicas 1-9. Destacando la promesa mesiánica a David: “De tu descendencia saldrá el Mesías que rija los destinos de mi pueblo: yo seré para él padre y él será para mí hijo” (2 Sam 6).

·         Al morir Salomón, el reino se dividió: Israel al norte y Judá al sur. Con la división surge la rivalidad entre ambos reinos. Los profetas Oseas y Amós en Israel e Isaías y Jeremías en Judá advierten la falsedad e inconveniencias de las alianzas de estos reinos con otras potencias para enfrentarse una contra otra y presagian un desastre, como así fue: el año 721 Israel es destruido por los Asirios y sus habitantes deportados a Nínive. En el año 887 Judá es arrasado y muchos judíos son deportados a Babilonia, donde l profeta Ezequiel y un discípulo de Isaías, así como un grupo de sacerdotes, consuelan y animan a los cautivos para que no pierdan las esperanzas. Aquí los profetas meditan a la luz de la fe sobre los acontecimientos y descubren un nuevo sentido y una nueva visión de la historia.

·         Con Ciro, rey de Persia se produce el retorno y la restauración. Ciro se apoderó de Babilonia (538 a.C) y dio libertad a los judíos para volver a su tierra, que quedaba bajo la dominación persa. La restauración de su patria se hizo dirigidos por los últimos profetas:  Nehemías- en lo político y –Esdrás- en lo espiritual. Esta historia se encuentra reflejada en los libros de Esdrás y Nehemías, que ponen de relieve la fidelidad de Dios a sus promesas.

·         En el año 333, Alejandro Magno vence a los Persas, quedando los judíos bajo la dominación griega. Al principio convivieron, pero luego hubo una brutal represión que dio lugar a la llamada guerra macabea. Esta historia aparece en 1 y 2 Macabeos, Ester y Judit. También el profeta Daniel se hace eco de esta situación.

·         Tras la victoria de Judas Macabeo los judíos vivieron 80 años de relativa independencia, hasta que en el año 63 el general romano Pompeyo se apoderó de Palestina, convirtiéndola en provincia Romana. En el año 40 Roma nombró rey de Palestina a Herodes el Grande, bajo cuyo reinado nació Jesús de Nazaret.







LA SALVACIÓN REALIZADA EN JESUCRISTO.






Salvación equivale a vida. Hay dos clases de salvación (Mc 8,35), la que consiste en conservar la vida física (<<el que quiera poner a salvo su vida, la perderá»; cf. Mc 10.26 par.: subsistir; 13,20; 15,30s par.) y la que consiste en superar la muerte (<<el que pierda su vida por causa mía y de la buena noticia, la pondrá a salvo»; cf. Mc 13,13b). Es decir, para Jesús, la vida física no es el valor supremo y el miedo a perderla somete al hombre a la esclavitud.

En los relatos de curación, el verbo therapéuo, «curar», significa la eliminación del mal (Mc 1,34; 6,13); el verbo sozo, «salvar», la infusión del Espíritu, que supone la adhesión a Jesús y cura definitivamente la debilidad/enfermedad de hombre (Mc 5,28.34; 6,46; 10,12).

Jesús es la salvación (Le 2,30; Jn 4,22). Sólo en él se encuentra la salvación (Hch 4,2.12). Salvación universal (Lc 3,6; Hch 2,21; Rom 10,13; 1 Tim 2,4). El evangelio, salvación (Rom 1,16; Ef 1,13). Jesús, pionero de la salvación (Heb 2,10). El plan de Dios es salvar al hombre, es decir, darle vida definitiva Un 3,17; 12,47). Salvación actual (Hch 2,47; 1 Cor 1,18; 2 Cor 2,15; Ef 2,5.8); futura (Rom 5,8). 




EL MENSAJE DE JESÚS.

El Nuevo Testamento.




El libro llamado Nuevo Testamento es una colección de veintisiete escritos de diversos estilos. Unos tienen forma de historia (los cuatro evangelios y los Hechos de los Apóstoles), otros son o se llaman cartas, y uno, el Apocalipsis, contiene una revelación hecha a Juan.



Las cartas no son todas lo que hoy se llamaría una carta. Algunas sí se dirigen a grupos cristianos concretos y tratan de problemas de las comunidades (por ejemplo, la primera y segunda a los Corintios, Gálatas, Filipenses); otras, en cambio, desarrollan temas (Romanos, Efesios, Hebreos, Santiago).



El Título Nuevo Testamento resulta extraño. En español, “testamento” significa el documento legal que expresa la última voluntad de un difunto; este libro, en cambio, no es un documento legal ni se parece en nada a un testamento. La razón del título fue la siguiente: los judíos que pusieron en griego los libros hebreos usaron la palabra griega que significaba “testamento” para traducir la palabra hebrea que significaba “alianza”. El término griego adquirió así un sentido nuevo, pero a través del latín pasó al español con la forma “testamento”.



Se llama “Nuevo” por oposición al “Antiguo”, es decir, se refiere a la nueva alianza que hace Dios con la humanidad entera y que sustituye a la antigua, hecha con el pueblo hebreo.



ORIGEN Y FORMACIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO.



En tiempos de Jesús existía ya una colección de libros judíos que componían lo que hoy llamamos el Antiguo Testamento o antigua alianza. Los cristianos, siguiendo a Jesús, aceptaron aquellos libros, pero ya no con valor en sí mismos, sino como preparación al Mesías (=el líder consagrado) que tenía que venir; es decir, los cristianos referían el contenido de aquellos libros a Jesús, que había sido el cumplimiento de las promesas. Por eso, muchas partes del A.T, como Ley Antigua, ya no valían para ellos, como Jesús mismo lo había declarado y lo había explicado san Pablo.



Los cristianos, al principio, no tenían libros propios, pero citaban los dichos y los hechos de Jesús transmitidos, de palabra o por escrito, por los apóstoles y primeros discípulos; atendían, además a la guía que daba el Espíritu Santo a los grupos por medio de los profetas cristianos, es decir, de los hombres que recibían del Espíritu mensajes que transmitir a la comunidad. La fe no se basaba en libros, sino en el testimonio sobre Jesús y en la experiencia personal del Espíritu.



San Pablo, que viajaba mucho, se mantenía en contacto por carta con las comunidades que había fundado, animándolas y aclarando o discutiendo ciertas cuestiones. Algunas de estas cartas se pasaban a otras comunidades para que las leyeran (Col 4,16); así se fueron copiando y quedaban coleccionadas. Otros apóstoles u hombres eminentes escribieron también cartas que han llegado hasta nosotros.



No tardó mucho en sentirse la necesidad de conservar por escrito los dichos y hechos por Jesús, y algunos cristianos, en diferentes regiones, escribieron los libros que hoy llamamos “evangelios” , para recordar y mantener vivo en las nuevas comunidades el mensaje original. Uno de los autores, Lucas, añadió un segundo volumen (Hechos de los Apóstoles), contando la expansión del mensaje a partir de Palestina hasta Roma.


Al ir muriendo los que habían conocido al Señor, se hizo más urgente recoger los escritos que habían transmitido el mensaje de Jesús y la experiencia de los primeros discípulos. Empezaron a constituirse colecciones (la de los evangelios, la de las cartas de Pablo). Los libros que circulaban eran más que los que ahora se incluyen en el Nuevo Testamento y hubo que decidir cuáles podían considerarse auténticos. Se eliminaron los evangelios falsos, que con pretexto de contar la vida de Jesús, hacían propaganda de ideas no cristianas. Se conservaron los escritos que se pensaba eran obra de apóstoles o de discípulos de los apóstoles.



A fines del Siglo II, la colección reconocida comprendía ya los cuatro evangelios y los Hechos de los Apóstoles, las cartas de san Pablo (excepto Hebreos), la primera de Pedro (aunque aún era discutida en Roma), la primera de Juan y el Apocalipsis. Se siguió discutiendo en ciertos lugares acerca de Hebreos, Santiago, segunda de Pedro, segunda y tercera de Juan y la de Judas; en otros, en cambio, se admitían escritos eliminados después (Instrucciones para apóstoles, Pastor de Hermas, Apocalipsis de Pedro).


En resumen: los grandes escritos del Nuevo Testamento, unos veinte, estaban unánimemente admitidos a fines del Siglo II. La colección que nos ha llegado quedó fijada definitivamente al finalizar el siglo IV. Casi todos los escritos que la componen pertenecen al Siglo I.



Al fijarse la colección, los escritos, junto con los del Antiguo Testamento, formaron La Biblia, que no significa más que “Los Libros”. Aunque todo se llama “Sagrada Escritura”, no todos los libros tienen igual autoridad: el A.T hay que interpretarlo y juzgarlo a la luz de Jesús el Mesías. En cierto modo, el mismo principio vale para el N.T, pues no todos sus escritos contienen completo el mensaje de Jesús ni se escribieron en las mismas circunstancias. Los únicos autores que pretendieron exponer íntegro el mensaje o, al menos, lo esencial del mensaje, fueron los evangelistas, y a ellos hay que recurrir para comprenderlo. De ahí la particular autoridad y veneración de que han gozado en la Iglesia los evangelios. Los demás autores muestran algo de la vida y problemas de los grupos cristianos y explican aspectos del mensaje, tratándolos de manera teológica o en sus aplicaciones prácticas. Algunos escritos, sin embargo, consideran situaciones muy particulares y casi se limitan a cuestiones de organización o de polémica (1 y 2 Timoteo, 2 Pedro, Judas).



Como de costumbre, es san Juan quien da en el clavo y aclara la cuestión: la Palabra de Dios es Jesús, Mesías e Hijo de Dios; su persona es el mensaje. Los escritos que poseemos son testimonios más o menos cercanos sobre el único que es el camino, la verdad y la vida.



DOCUMENTOS.



Los escritos del N.T nos han llegado en copias de los originales y, además, a trozos, en las citas que hacen los escritores antiguos.


Hasta el siglo IV se usaba como material para escribir el papiro, que sólo resiste largo tiempo en climas muy calientes y secos, como el de Egipto. A pesar de la dificultad de su conservación, han llegado hasta nosotros unos setenta papiros de los siglos II y III, que contienen fragmentos más o menos extensos de los escritos.
Desde el siglo IV se usó para escribir el pergamino (piel), material resistente que se ha conservado perfectamente hasta nuestros días. El número de documentos que poseemos es muy grande (sólo griegos, más de 5.000). Como es natural, hay pequeñas variaciones en el texto de unos a otros, pues no todos los copistas ponían el mismo esmero. La comparación de unos con otros permite restituir con certeza suficiente el original que salió de la pluma de los autores.



ORDEN DE LOS ESCRITOS.




Los escritos del N.T no están dispuestos por orden cronológico pero apenas existe acuerdo entre los estudiosos sobre la datación de muchos de ellos. Prácticamente, nadie duda de que el evangelio más antiguo sea Marcos; la mayor parte de los autores colocan su composición al principio de la guerra judía (hacía el 66 d. C.), aunque el testimonio paleográfico y criterios internos aconsejan colocarla en la década de los cuarenta, antes del concilio de Jerusalén (49 d. C.). A la misma época podría pertenecer el Evangelio de Juan, aunque la mayoría de los autores lo consideran una obra de fines del Siglo I. Mateo, Lucas y Hechos parece que deben datarse después de la destrucción de Jerusalén (70 d. C).



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Las cartas de Pablo están colocadas más o menos por orden de longitud, empezando con las más largas (Hebreos fue muy discutida y no parece que sea de san Pablo). Las fechas que suelen atribuírseles son: 1 Tes (49/50, aunque la autenticidad de esta carta no es admitida por todos), Gál (54/57), Col y Flm (54/63), 1 y 2 Cor (55/56), Rom (57/58); la carta a los Filipenses, que suele colocarse en el 54/57, podría ser la más tardía entre las auténticas. Las dos a Timoteo, Tito y Hebreos suelen datarse después de la muerte de Pablo (80/90), Efesios entre los años 90 y 100. 2 Tes es difícil de datar.



Se atribuyen al final del siglo I las cartas de Juan y el Apocalipsis. La primera de Pedro, entre el 60/65. La de Santiago parece tardía, y Judas y la segunda de Pedro suelen ponerse en el siglo II.









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